Cuando Danny recibió un balonazo durante un encuentro de Segunda Catalana, no se imaginaba lo que ese golpe iba a desencadenar. El dolor desapareció al cabo de unos minutos, pero en los días siguientes las molestias reaparecieron. La preocupación aumentó y los exámenes médicos diagnosticaron lo que nadie quiere oír: cáncer testicular.
Danny Flores Silva no llevaba ni dos meses en Barcelona. El extremo hondureño había llegado en enero de 2016 para sumarse a la Academia de Alto Rendimiento de la Fundación Marcet y cumplir su sueño de llegar al fútbol profesional. Quería aprender, progresar, desarrollar su talento. Estaba preparado para convencer a los técnicos y lucirse ante los rivales. Aún no sabía que tenía que enfrentarse al peor de ellos.
El cáncer testicular es el más común en hombres de entre 15 y 35 años. Futbolistas como Arjen Robben, José Francisco Molina y Lubo Penev lo sufrieron en sus carnes. Y lo superaron, porque se trata de uno de los tumores con pronóstico más positivo, con una tasa de supervivencia mayor al 95% si la enfermedad se detecta en su estadio temprano.
“En este sentido, el balonazo que recibió Danny fue una suerte, porque fue lo que permitió diagnosticar el cáncer y empezar el tratamiento en una fase intermedia del tumor”, explica Isaac Núñez, médico del Instituto Oncológico Teknon de Barcelona, donde el joven futbolista hondureño se operó. “Si no se hubiera dado ese accidente, probablemente los ganglios habrían seguido creciendo sin que el chico pudiera darse cuenta”.
El azar o el destino hizo que el fútbol, la gran pasión de Danny, le echara una mano en el momento más delicado de su vida. Después de aquel balonazo vinieron meses muy duros, con operaciones y largas sesiones de quimioterapia, que acabaron en noviembre de este año. Un recorrido que la Fundación Marcet decidió grabar con la intención de transmitir los valores de una historia de superación personal a través del fútbol.
Ahora que lo peor parece haber terminado, a Danny le queda vivir su futuro:”Hace unos meses me veía sano, y en cuestión de segundos mi vida cambió. Me encontraba solo en mi cama pensando: ‘¿Por qué a mí? ¿Por qué?’. Pero con el tiempo he empezado a entender que lo que me ha pasado es una bendición, porque me va a permitir tener un cambio en mi vida y poder ayudar a otra gente que padece lo mismo y no tiene a nadie que le motive. Ahora veo el futuro más claro. Si he podido luchar contra la enfermedad, nadie podrá detenerme para lograr mi objetivo”.